domingo, 4 de marzo de 2012

Esa mano que espera nada a cambio

Cuando no hay nada más que oscuridad, y el frio nos aterra metiéndose incluso dentro del corazón, no queda de otra más que extender la mano esperando que alguien nos saque de ese hueco en el que nos encontramos. Y cuando sentimos el calor de otra palma estrechándonos y jalándonos hacia la superficie, comprendemos que es esa mano que espera nada a cambio.

Esa mano que da amor como comida, que nunca se cansa sino que cada vez nos impulsa a seguir.
Esa mano que trae un calor familiar y nos recuerda que no estamos solos.
Esa mano que se preocupa, que nos salva pues nos ha escuchado.
Esa mano que, aunque imperfecta como la nuestra, busca nuestro bienestar y ora por nosotros.
Esa mano entiende de decepciones, rencores y vicios, pero los borra con su fuerza.
Esa mano que da esperanza y trae alegría, nos acompaña y nos acaricia con ternura.
Esa mano que se esmera por mostrarnos la verdad, y la libertad que trae consigo.
Esa mano que perdona, olvida y no nos empuja hacia atrás, sino que nos abre el camino.

Esa mano estuvo justo ahí donde estamos ahora. Esa mano una vez se extendió en busca de ayuda. Esa mano ahora es una ayuda. Y esa mano te toca ahora.

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