En la historia se han escrito muchas cartas. Las hay de despedidas, de aniversarios, de felicitaciones, hay cartas de amenazas, comunicados, hay incluso cartas que nunca tuvieron que haberse escrito. Pero de todas, creo que las más especiales son las de agradecimiento. Y esta es una de ellas.
Gracias a ti, porque conociéndote me conozco. Porque con tus conversaciones, tus acciones y sentimientos me di cuenta de quién soy. Gracias porque me explicaste lo que valgo, porque me hiciste ver que hay formas de iniciar de nuevo, porque me hiciste ver lo que estaba haciendo mal.
Gracias también a ti, que me quisiste hacer daño, porque por tus intenciones me di cuenta de lo valiente que soy, de lo fuerte que puedo ser. Gracias porque me hiciste la vida más fácil al darme cuenta de las personas que de verdad quiero a mi lado.
Gracias a aquellos que se fueron y no volvieron, las enseñanzas que nos dio la vida las guardare al lado de mis mayores tesoros. Tengo que agradecer también a todos aquellos que vengo conociendo, porque me están enseñando la inagotable belleza de Dios en mostrarme Su rostro en ellos.
Quise agradecerle a todos, pero en especial a aquellos que siempre confiaron en mí. Que me apoyaron en duros momentos y vieron algo en mí que yo no veía. Gracias a lo que se hacen llamar mi familia y fueron hermanos y hermanas en dolor y alegrías. Gracias a los que se hacen llamar mis amigos y no se alejaron por trabajo, parejas o circunstancias.
Gracias Dios por haber inventado las cartas de agradecimiento; porque no hay mejor forma de conocerse a sí mismo, que darse la oportunidad de conocer a los demás.
Gracias a ti, porque conociéndote me conozco. Porque con tus conversaciones, tus acciones y sentimientos me di cuenta de quién soy. Gracias porque me explicaste lo que valgo, porque me hiciste ver que hay formas de iniciar de nuevo, porque me hiciste ver lo que estaba haciendo mal.
Gracias también a ti, que me quisiste hacer daño, porque por tus intenciones me di cuenta de lo valiente que soy, de lo fuerte que puedo ser. Gracias porque me hiciste la vida más fácil al darme cuenta de las personas que de verdad quiero a mi lado.
Gracias a aquellos que se fueron y no volvieron, las enseñanzas que nos dio la vida las guardare al lado de mis mayores tesoros. Tengo que agradecer también a todos aquellos que vengo conociendo, porque me están enseñando la inagotable belleza de Dios en mostrarme Su rostro en ellos.
Quise agradecerle a todos, pero en especial a aquellos que siempre confiaron en mí. Que me apoyaron en duros momentos y vieron algo en mí que yo no veía. Gracias a lo que se hacen llamar mi familia y fueron hermanos y hermanas en dolor y alegrías. Gracias a los que se hacen llamar mis amigos y no se alejaron por trabajo, parejas o circunstancias.
Gracias Dios por haber inventado las cartas de agradecimiento; porque no hay mejor forma de conocerse a sí mismo, que darse la oportunidad de conocer a los demás.
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