jueves, 21 de junio de 2012

Vida Desconocida

Me imagino a Dios teniendo un taller en el Cielo, donde talla los rostros de cada uno de los seres humanos, sin repetir uno solo, por más genética involucrada cada una tiene su particularidad. Así que, aunque una persona cruce con muchas otras durante sus años de vida, no encontrará a alguien idéntico a otro. Cada rostro tiene más de una historia oculta y sentimientos que moldean las facciones, pero la gran mayoría son rostros desconocidos.

Vidas desconocidas que creemos conocer: los tabloides juran saber los detalles de las estrellas de cine, el cliente enjuiciador pone etiquetas al cajero que lo atiende, el estudiante universitario se ríe con sus compañeros de un muchacho que sale en un video en Internet, y un departamento laboral se sortea el periódico dando sus teorías sobre un accidente.

Dentro de los 365 días del año, puede que una de estas vidas desconocidas se tope con la nuestra. Puede que aunque no la conozcamos, seamos el último que esa persona vea, o la última con quien habló antes de ser impactada por un bus. Puede que seamos aquel sentado en una calle alentando a un accidentado a soportar el dolor hasta que la ambulancia llegue. Cabe la posibilidad que alguien que jamás antes hayamos visto, se convierta en un rostro que muy difícilmente olvidaremos.

¿Cuántas vidas desconocidas pasan a nuestro alrededor? ¿Cuántas voces al otro lado de un teléfono ansiosas de una palabra de aliento, de esperanza, de amabilidad? ¿Cuántas personas esperando ver el rostro de Jesús saliendo de la multitud e instándola a vivir en gloria? Somos desconocidos para millones de personas, así que cuando este encuentro ocurre, el mejor rostro que podemos proyectar es el de Jesús. Esa cara sí es conocida, porque la creación siempre reconoce a su creador, ese rostro sí transmite paz y esperanza. Transmite tranquilidad y amor. Y, sí ese fue el último rostro que la vida desconocida vio, ya no será desconocida para nosotros. Ya tendrá nombre y apellido. Ya habremos sido usados por Dios para dar el mensaje de que existe una vida después de esta, y nuestra existencia no volverá a ser igual.

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