Me imagino a Dios teniendo un taller en el Cielo, donde talla los rostros de
cada uno de los seres humanos, sin repetir uno solo, por más genética
involucrada cada una tiene su particularidad. Así que, aunque una persona cruce
con muchas otras durante sus años de vida, no encontrará a alguien idéntico a
otro. Cada rostro tiene más de una historia oculta y sentimientos que moldean
las facciones, pero la gran mayoría son rostros desconocidos.
Vidas desconocidas que creemos conocer: los tabloides juran saber los
detalles de las estrellas de cine, el cliente enjuiciador pone etiquetas al
cajero que lo atiende, el estudiante universitario se ríe con sus compañeros de
un muchacho que sale en un video en Internet, y un departamento laboral se
sortea el periódico dando sus teorías sobre un accidente.
Dentro de los 365 días del año, puede que una de estas vidas desconocidas se
tope con la nuestra. Puede que aunque no la conozcamos, seamos el último que
esa persona vea, o la última con quien habló antes de ser impactada por un bus.
Puede que seamos aquel sentado en una calle alentando a un accidentado a
soportar el dolor hasta que la ambulancia llegue. Cabe la posibilidad que
alguien que jamás antes hayamos visto, se convierta en un rostro que muy difícilmente
olvidaremos.
¿Cuántas vidas desconocidas pasan a nuestro alrededor? ¿Cuántas voces al
otro lado de un teléfono ansiosas de una palabra de aliento, de esperanza, de
amabilidad? ¿Cuántas personas esperando ver el rostro de Jesús saliendo de la
multitud e instándola a vivir en gloria? Somos desconocidos para millones de
personas, así que cuando este encuentro ocurre, el mejor rostro que podemos
proyectar es el de Jesús. Esa cara sí es conocida, porque la creación siempre
reconoce a su creador, ese rostro sí transmite paz y esperanza. Transmite
tranquilidad y amor. Y, sí ese fue el último rostro que la vida desconocida vio,
ya no será desconocida para nosotros. Ya tendrá nombre y apellido. Ya habremos
sido usados por Dios para dar el mensaje de que existe una vida después de
esta, y nuestra existencia no volverá a ser igual.
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